CONTEMPLACIÓN Y CREATIVIDAD

Todos tenemos en nuestro imaginario la idea de que la espiritualidad es para unos pocos que quieren retirarse del mundo para así encontrar la paz.

Tradicionalmente se separaba la vida contemplativa respecto de la vida activa. Mientras unos se alejan de la ciudad para vivir tranquilos, otros se pierden en ella en mil afanes distintos. Así ocurría con los monjes, que se retiraban a los monasterios, frente a quienes se dedicaban al resto de actividades.

El ejemplo de una vida de recogimiento no parece muy atractivo para la mayoría de personas, las cuales acaban identificando la vida contemplativa con la monotonía, y la vida activa con la creatividad.

Pero, ¿y si no tuviéramos que optar entre una u otra?

Abrirse a la mirada interior no tiene por qué conducirnos a una vida pasiva y alejada de la sociedad. Más bien al contrario: cuanto más indagación realizamos respecto a quiénes somos, más facilidad encontramos para expresarnos en el mundo. Un símil lo encontramos en los árboles: cuanto más profundizan en el humus de la tierra sus raíces, más seguridad sienten a la hora de erguirse en el exterior y florecer.

Dicho de otro modo: cuanto más enraizados estamos dentro de nosotros, más fácil nos resultará salir afuera. De hecho, esa distinción entre “dentro” y “fuera” acaba diluyéndose.

Si por actividad contemplativa entendemos el silencio y la autoindagación, entre otras cosas, lo que allí opera es un ejercicio de discernimiento que nos ayuda a ir soltando cargas: creencias obsoletas, emociones densas, etc. Este proceso de “ir soltando” se experimenta como una ligereza que nos dispone a recibir nuevas comprensiones, a conectar con nuevas formas de ver el mundo y a abrirnos a nuevas ventanas de realidad.

En este sentido, la prueba de que una persona está experimentando una espiritualidad viva es el carácter dinámico y creativo que manifiesta en su vida. Y es así porque la vivencia de la unidad consiste, entre otras cosas, en dejar de sentirse dividido entre tener que elegir entre la pasividad o la actividad, entre la contemplación y la acción. Ambas se van integrando poco a poco, encaminándonos a vivir una vida creativa e inspirada.

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